
A mediados del siglo XVII se constituyó una hermandad en Triana, bajo el nombre de Sagrada Expiración de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima del Patrocinio. Cuando se aprobaron las reglas, se acordó concertar con algún artista de renombre, para que tallara el Señor Expirando. Por aquellos entonces, el escultor con más fama de Sevilla no era otro que Francisco Ruiz Gijón, al cual se le confío este trabajo.
Por aquellos entonces (siglo XVII) vivía en la Cava de Triana un joven gitano de 30 años que se apodaba El Cachorro. Este gitano se le admiraba por su habilidad en tañer la guitarra y cantar con quejumbrosos quiebros de garganta los sones dramáticos del cante jondo, que no faltaba en las juergas de las tabernas.
Varios meses después de recibir el encargo, Ruiz Gijón realizaba bocetos, dibujos, pero ninguno conseguía satisfacerle. Tal fue la obsesión que alcanzó este trabajo para él que se llevaba el día y la noche entero metido en su taller buscando reproducir un Cristo expirando y más que un Cristo agonizando, la agonía misma por antonomasia.
Al famoso Cachorro no se le conocía amores en Triana y si se rumoreaba por la Cava que debía tener un amor al otro lado de la orilla del puente de Triana (entonces puente de barcas), ya que con frecuencia se le veía desaparecer de la Cava durante varios días. Entre los gitanos se comentaba que nunca había sido visto por cortijos o ferias, así que su ausencia se debía por unos amores difíciles o secretos.

Todo este rumor se confirmó, cuando un día apareció un hidalgo por la cava, preguntando por un gitano llamado el Cachorro, al que la gente negaba conocer. El hidalgo se marchó aquel día con la convicción de que le engañaban y desde aquel día se le veía merodear por Triana.
Cayó enfermo Ruiz Gijón de tanto trabajar y de tan poco comer y dormir y cierta noche se levantó febril y sin vestir nada más que con las botas y la capa se dispuso a salir de su casa. Sus familiares intentaron inútilmente que abandonara la casa del tal forma, y requiriéndole que se quedara reposando al comprobar en el estado que se encontraba. A lo que el contestaba –Dejadme, ahora es cuando sé que voy a copiar la verdadera cara de agonía que necesito para el Cristo de la Expiración.- Cogió rollo de papeles y un puñado de carboncillo y se fue de su casa.
Su caminar lo llevó a Triana, a puerta de la capilla del Patrocinio, donde llegado el momento debería estar su imagen presidiendo el altar, imagen que tanto le costaba crear. Se dejó caer rendido en la puerta misma de la capilla cuando en ese mismo instante escuchó gritos a lo lejos. Sin pensárselo ni un momento fue andando al lugar de los gritos para ver qué es lo que pasaba, cundo se cruzó con un joven jinete que iba a galope y con una espada en su mano.

Llegó donde se encontraban varias mujeres llorando y gritando y vio como un hombre apodado el Cachorro se encontraba tendido con un daga de rica empuñadura clavada en su pecho. Ruiz Gijón viendo este espectáculo alucinante, sacó el carboncillo y el papel y se puso a dibujar aquella cara de agonía, mientras que las mujeres intentaban socorrer al moribundo personaje. Tras comprobar cómo se llevaban ya muerto al famoso gitano, Ruiz Gijón emprendió el camino de vuelta a su casa, para dejarse caer en la cama con la imagen del aquel hombre expirando.
Y cuando aquel año salió por primera vez en procesión a la calle del Viernes Santo, la nueva imagen, el vecindario de Triana al ver en la cruz el Cristo de la Expiración, comenzó a prorrumpir en gritos de admiración y de sorpresa.
-¡Mirad, si es el Cachorro! ¡Si es el Cachorro!

1 comentario:
Ya está en el Altozano
clavado de pies y manos,
a esa cruz de madera
donde la muerte le espera
por ser el hijo de Dios.
Sus temblores de agonia
se agudizan en el costado
la lanza del centurión
abrió tan grande la herida
que el Cachorro ya expiró.
original de R.Arobes
arobes_dominguez@hotmail.com
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